El helado es un alimento que nos acompaña desde tiempos inmemoriables y forma parte de nuestras vidas. Pero ¡ya no sólo para aliviarnos del calor! Lo consumimos habitualmente de forma desestacionalizada para disfrutar de él a lo largo del año e incluso ha alcanzado nieveles de elaboración de alta cocina. Sin embargo, muchos no conocemos su origen y evolución o su infinidad de curiosidades que han hecho de él un producto con historia propia.
Se tiene constancia de que el origen del helado data de hace al menos 3.000 años y que fue inventado en Oriente. Fueron los chinos los que preparaban una especie de pasta de leche de arroz mezclada con nieve para su mejor conservación. Incluso se dice que en la corte de Alejandro Magno, se enterraban en la nieve ánforas con frutas mezcladas con miel para conservarlas mejor y se servían heladas.
Según la tradición, Marco Polo, tras 20 años viajando por Oriente, lo introdujo en Italia a finales del siglo XIII y fue extendiéndose por el resto de los países europeos poco a poco. También hay los que lo ponen en duda, ya que en sus escritos no se habla nada sobre los helados.
Hay algunos expertos que sostienen que los antiguos romanos son los inventores del «sorbete», predecesor del helado, para lo cual utilizaban nieve, frutas y miel. Cuentan que el emperador Nerón hacia traer nieve de los Alpes para que le preparasen esta bebida helada.
Sea como fuere, la gran expansión del helado comenzó en Italia, donde Florencia acaparó gran parte de su protagonismo. Allí el arquitecto, escenógrafo e ingeniero militar Bernardo Buontalenti, que estaba al servicio de los Médici, inventó el “gelato”, el precursor del helado tal y como lo conoces hoy día.
En 1686, el siciliano Francesco Procopio dei Coltelli abrió en París Café Procope al que acudió el mismísimo rey Luis XIV para felicitarlo por sus helados. Una de sus recetas famosas estaba compuesta por una mezcla de leche, crema, mantequilla y huevos. También ofrecía una especie de sorbete compuesto por trocitos de hielo, frutas picadas, nueces y miel, servido en copa de metal para maximizar el frescor. Incluso inventó una máquina que homogeneizaba las frutas, el azúcar y el hielo; obteniendo lo que conocemos hoy por crema.
Durante muchos años los heladeros italianos guardaron celosamente el secreto de preparación de los helados, aunque como vendedores ambulantes lo difundieron por todo el mundo. Para el siglo XVIII, las recetas de helados artesanales empezaron a incluirse en los libros de cocina.
En el siglo XIX, aparecen en París las primeras copas de helado, en Italia las famosas “cassattas” y los granizados y en Viena el helado de chocolate y el café helado.
El siglo XX vino cargado de grandes novedades en la industria y distribución del helado tanto en Europa como en Estados Unidos.
En nuestro país, las primeras ciudades en disfrutar de este alimento fueron Madrid, Barcelona y Valencia. Muchos españoles que no podían permitirse el lujo de ir al Café, la horchatería o botillería; se fabricaban sus propios helados con agua helada, extraída de la nieve, mezclada con zumo de fruta y metida en un molde, al que colocaron un palo dentro
Ya en el siglo XX, antes de que existieran las fábricas de helados, los artesanos heladeros suministraban sus productos en bares, y especialmente en carros ambulantes. En los años 30, surgen los primeros establecimientos que fabrican helados de forma industrial. En los años 50 surge la modernización y expansión de la industria y es cuando nacen varios fabricantes de helados.
Desde 1960 a 1969, acompañando el despegue de la economía, el consumo de helados aumentó de pasando de 1 litro a 1,6 litros al final de la década. El helado todavía se consideraba un lujo. A lo largo de los años 60 aumentó el número de hogares que adquirían un frigorífico y en 1965 se creó el Código Alimentario, que reguló las normas higiénicas en la producción.
En 1978, los españoles ya consumen alrededor de 2 litros de helados al año. En la actualidad, en España se consumen 6’5 litros per cápita, un rango medio respecto el entorno europeo, destancando por encima de los demás, la preferencia por el helado artesanal y por las recetas tradicionales. Heladín ha sabido adaptarse a esta tendencia, elaborando helados de primera calidad por maestros heladeros y poniendo en valor el sabor y los procesos artesanales.